A la memoria de Pepe Martín.
Cuesta creer la realidad de nuestro paso por la vida, como una semilla que emerge tan viva y que después con el tiempo perdemos la luz de tantas alegrías.
Conocerte, cambiar pasiones con las historias y anécdotas de nuestros gustos por las motos, fue un verdadero placer. Las horas en tu taller, ver nacer de nuevo aquellos modelos desechos, oxidados y olvidados que con las ganas volvían a renacer la mía una Norton y cuantos modelos más pasaron por tus manos de artesano con buen ojo.
El canto del motor de una clásica volvía al teatro de la vida, después de tu gran talento de mecánico, de buena persona y amigo.
Hoy rugen con el máximo de vueltas esos motores que hacen para el oído y los sentidos, como trasladarte para un viaje en el infinito.
Descansa en paz amigo Pepe Martín.
Tu tocayo Pepe Henríquez.
