Dicen del arado, él qué surca la tierra con las manos al timón y las bestias con su empuje rompiendo la piedra, esa nueva vida que florece con la semilla repartida a diestro de quien cultiva. La sorpresa de la vida, al cobijo de tu manta, jardín de la infancia, para crecer fuerte.
Nuevas amapolas, tus colores que tanto transmite, y la cosecha a la espera que se convierta, con los llenos de las cestas, el pueblo contigo.
La lluvia, ese don de la tierra, que calma la espera, para ser vida.
Agua que me das la cosecha.
Por un año, que se repita la bonanza, el cielo con su reparto de nubes, acuérdate del agricultor que tanto te llama.