Las manos de un artesano, mi amigo querido con toda mi alma, ¡Richarson! De la escuela con los motores que dejan la gracia de tantas carreras, con la puesta a punto, con la bendición especialista, tu modo, de ver la bandera del primero con la batalla.
No hay rendición, no hay modo de tirar la toalla, puestos de carrera, del primero al último, con el afán de una sonrisa en tus labios. Habrá mejores tiempos y que no se calmen las ganas.
Tu modo de ver la vida, contagio de la familia, tu Rosa del alma, tu madre querida
Y todos nosotros contigo, la verdad divina, quererte cómo te queremos siempre.
A un hermano, del que me siento orgulloso
¡Richarson!
Y tu parra de la viña, que crece verde después del cariño, como ver como la regabas.
Que sea tu llegada, tan limpia como el rugir de tu amada, la Ducati NCR esa que cautivó tu alma.
Tu jardín, el mío y esas caminatas en la Cumbre de Tejeda, la caldera que tanto amabas.
Hoy como siempre, mi hermano del alma.
Para Ricardo Suárez, con todo, y siempre mi amigo más allá del alma.
Tu amigo Pepe Henríquez, gracias por contar contigo.
La huella que nunca marchita y aflora con el rugir de tu corazón, en la máquina.
Dios te lleve, porque nosotros ya te tenemos en el corazón y que aplauda tanto mérito, con los Laureles de campeón en la batalla.
Gracias amigo de siempre con el ánimo, de tu sonrisa
que tanto agrada.