Me viene a la memoria hace más cuarenta y cinco años para redondear, el picadero de Enrique en Tafira Baja, junto al Seminario ahora zona de la universidad, con el estanque de la Palmita urbanización Zurbarán, la afición desbordada de toda aquella época. El maestro, el profesor, empresario de la hípica. Andaluz hasta la médula y muy buena persona. Todos los que ahora sabemos de caballos y tenemos la pasión por el animal que ha acompañado al hombre en el mundo, con tantas batallas conquistando la tierra amada.
La profesión con el gusto, incalculable el valor, los mejores momentos que te acompañan en la vida. Tantas personas disfrutando de ese momento contigo. Alzarte en la montura, sentir el dominio del animal contigo, esas riendas engrasadas con el cabezal, dominando la figura, caballo español, cartujano y de otras razas, cuarto milla americano, él árabe, con el despojo de la arena del desierto en sus venas, el inglés de las fronteras, sin techo, razas que el hombre a domesticado y dominando los sueños, el tuyo el más grande con el susurro de tu voz, la calma apasionada que se entrega de mente a mente, el dominio de una fe que encuentra el resultado, que se aprovecha del espíritu.
Toda la atención en la cuadra. Tus nombres para cada caballo, Favorito, Penélope con tu acento de diestro en la doma. Se dice que los caballos lloran, y que sus lágrimas se convierten en ríos de un amor profundo con el hombre, que hoy por ti, amado entre todos galopa desbocado hacia el infinito con tu meta en la corona de laurel que envidiaron los que siempre han competido
"Cádiz tu cuna, Jerez tu manta
Y el barco de tu aventura Gran Canaria"