La tempestad del mundo así como lo conocemos.
Se dice de una turbulenta explosión de quién reinaba al antojo de tanto territorio por descubrir. Eran los pastores y los agricultores los dueños de la despensa con la vida.
No existía la riqueza, tal como la conocemos hoy. El hambre mataba , sin pausa y sin capricho, solo valía verte vivo ante cualquier desdicha y ser el refugio, la familia que vuelve a generar tantos episodio s únicos, unos, con el mar, otros a campo abierto, sin medida con los deseos.
La lucha por la supervivencia, las noches de hoguera y el calor y ese fuego mágico que convirtió los momentos de ahora en
Asia, Europa y Oceanía.
Y el cielo, el mismo para todos, la transformación del espíritu que navega con las estrellas, sin viento y sin marea. Sólo hay un espacio único por descubrir, el pensamiento libre sin cadenas y un claro universo, con las luces y los destellos de quién, quiere compartir.
Pongo mi vida, pongo la fe, pongo el dominio, con el mérito de no desfallecer.
Y de nuevo, tu expresión, la tierra viva. Ése volcán muerto que vuelve a resurgir. Sin modo, con la lucha.
Tu reino, la vida en el planeta.
Ahora que La Palma, pone la fe en su sitio.
Pepe Henríquez, siete de diciembre 2021.
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